lunes, 29 de enero de 2018

Yo era feliz


Yo era un cuerpo en reposo,
inerte por la rutina de Santiago.
Era feliz - desde luego -
pero de una manera tan frágil que dolía,
sentía que caminaba sobre una capa de hielo delgada,
y en el fondo podía ver mi reflejo
desdibujado acechandome.

Yo era mis parpados cansados
que caían antes que el reloj marcara las once menos cuarto,
una mirada distante en alguna estación del metro en hora punta
queriendo ser salvada,
¿De mi mismo? - tal vez -

Yo era un ascensor vacío casi cerrandose;
un libro de poesía nuevo que ni siquiera había ojeado,
un saldo negativo alineado a la derecha, las compras, un resumen de gastos,
el calendario con sobregiro de lunes,
un bucle repetitivo de una escena en blanco y negro.

Pero llegaste,
aparatosamente llegaste,
como llega la lluvia en un día soleado y escandaloso.
Y desde entonces
todos los trenes que conectaban mi desdicha se han detenido,
las calles de Santiago me recitan fábulas y cuentos sobre tu nombre,
y giran y giran en orden aleatorio
como en un film de Nolan.

Mi cuerpo se ha transformado en el estruendo 
de una tormenta tropical cuando me miras,
y puedo oír el eco de tu voz resonandome en el pecho.

Las cuentas no me cuadran,
los versos me sobran
y en la garganta me crece un jardín de locura si te pienso.

Pero aclaro,
les juro que antes de ella
yo era feliz - en efecto -
como es feliz un pirómano
en un mitin de bomberos.

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