miércoles, 21 de febrero de 2018

Boda y un T-Rex


Ella,
que estaba a punto de casarse
con un tacaño con brazos de T-Rex,
una noche antes de su boda
me pidió besar por última vez
el lado oscuro
de los lunares de su espalda.

Y yo,
que las despedidas
siempre me han puesto poético,
le dije mientras le bajaba
el liguero de su tristeza:
mañana serás
la media naranja de otro,
pero hoy seras
mi medio aguacate.

De ti y otras medicinas

He querido hablarle de ti
a mi médico de cabecera
comentarle, por ejemplo,
que he tirado al retrete todos
los jarabes
y las pastillas
que me ha recetado,
que desde que conocí
la medicina alternativa
de tus ojos
el estrés se convirtió
en un mito
de los psicoterapeutas,
que me automedico
tu sonrisa natural de eucalipto
y hierbabuena,
que tu boca tiene
propiedades
curativas
y muchas más cuando está
junto a mi boca,
que besarte
equivale a trotar todos los días,
y que tu clítoris
es remedio infalible
contra el insomnio.

Desierto




Encima de mi cabeza

hay un tipo que discute

con su cepillo de dientes.


Debajo de mi

una señora que se vuelve humo

asomada a la ventana.


A mi lado

una mujer que sueña

que yo la sueño.


Dentro de mi

es un desierto,






no pasa nada.

viernes, 16 de febrero de 2018

De ti y otros universos



Cuando la miro

la miro con puntería,

con la cremallera abierta

de mi pecho desnudo

entonces descubro

de que su boca

no es una boca

sino una pista de aterrizaje,

sus muslos

el Gran Prix de Mónaco

y si me atrevo a ir otras velocidades

y la miro presionando el acelerador

de su deseo

entonces descubro

que su vientre

no es un vientre

sino la llave

de la puerta

a otros universos.


De ti y otras inundaciones



Esta noche se ha inundando nuestra

habitación

en silencio,

y en el siniestro vi como flotaba

la ropa interior de encaje de nuestras

inseguridades

como los cuerpos heridos de la batalla de
Normandía,

mientras dos pingüinos que se paseaban por

la mitad

de nuestra cama

murmuraban todas las carencias de amor

que tememos reconocer

como el mitómano

que conociendo la mentira

se convence mil veces así mismo

que es verdad.

jueves, 8 de febrero de 2018

PASAJERO






PASAJERO

Noctámbulo me incorporo al autobús. El bullicio colectivo de un vallenato popular me da la bienvenida. La ciudad en pleno mediodía es un hervidero de criaturas amorfas yendo en direcciones opuestas con su propia sucursal del infierno encima. Hablando de infiernos, de frente observo en el espaldar del asiento de mi coterráneo sucesivo: “Viva Chávez”, en letra turbia y llamativa. Siguiente parada y ella se incorpora a la escena. Audífonos y gafas oscuras para hacerse invisible mientras la veo decidir en qué asiento dejar en reposo su hermosura subestimada. En un mar de cotidianidad la descubro, como quien descubre un Monet en una feria de hortalizas.

Mi horizonte es su perfil descubierto a media asta ondeando a tres puestos de distancia de mí. Hago intentos por adivinar su nombre en el umbral de su tobillo tatuado. En su cabello fantasean mis dedos inquietos. Alcanzo a divisar su rostro sereno desde el retrovisor del conductor, y entre su mirada llena de neblina y el vaivén de sus suspiros cansados he reconocido gestos de ternura suficiente para querer abrazarla, para invitarle un café o a mi vida, el orden, realmente, me preocupa muy poco. Cuatro canciones después, ella hace amagos y se levanta, advierte con irse. Mis cimientos se agitan. Solo cede espacio al fulano que ocupa su lado izquierdo. Falsa alarma. Acto seguido se recoge el cabello. Su cuello se asoma con dulzura como diciéndome aquí estarías mejor, y yo, admirador de las buenas publicidades, le creo. 

Sucumbo al asiento siguiente y gano terreno. Solo un puesto me separa de ella. Ahora su perfil es un panorama más claro. La luz de mediodía baña sus mejillas con total dulzura. Me ilumina su ignorancia de no saber que en silencio la estoy recorriendo con la mirada, mapeando cada uno de sus pequeños gestos de ninfa caraqueña. Decidido, esta vez voy a su encuentro, justo cuando el colectivo se detiene en su parada y se levanta. Mis ojos como largos brazos la retienen invisiblemente por su cintura como diciendo “si, tú haces que el día sea mejor”. En la ventana la sigo a lo lejos como un niño que ve irse al cielo su globo rojo. Entre dos calles que se me parecen a su nombre que desconozco la pierdo. Vuelvo a la rutina, menos yo, más pasajero.


Un día de estos

No te alarmes
pero
un día
una tarde
una noche
de estas
voy a juntarte toda
en una hoja blanca
pálida
y escribiré
de golpe
todo este disparate
de cosas
que no tienen nombre
y te pertenecen
escribiré,
por ejemplo,
este inventario
de nervios
que provocan
tus ojos
tus ojos de luna
huérfana y menguante
que me aquietan,
esta angustia
de lengua mordida,
por amordazarte
con un beso
que nos libere
plenamente
de la censura,
de las ideas locas
que se me ocurren
cuando hablas
con orgullo
de tu elasticidad
mientras yo miro
con malicia
tu cuerpo y
la alfombra,
de la realidad
del calentamiento global
de mi cuerpo
cuando poco a poco
te me acercas,
del recuento
de veces
que me
descubro
a mi mismo
pensandote
más de lo que
tu vida
me lo permite
y de todo
el imposible
que soy para ti
cuando
la realidad
oscura
decrépita
mirándome de reojo
me lo recuerda.

Escribiré de ti
como un ejercicio de caligrafía
hasta que aprenda a escribir
con mi mano izquierda
todos los versos
escondidos
en tu segundo
nombre
en tu lunar
azabache
de azúcar,
hasta que mi mano derecha
quede huérfana
para siempre
de cuerdas vocales,
y llamarte
sea igual
que hablar
una lengua
muerta.

Pero luego
doblaré el folio
en dos mitades
como la maleta
de un exiliado
político
que junta todo
lo que puede
con rabia y remordimiento
y en un sobre pálido
que sellaré
con mi boca
pasaré por la puerta
de tu vida,
y por debajo
de la entrada
sin avisarte
como el cartero que deja
la correspondencia
de una casa
abandonada
dejaré
los recibos
de un cariño
que se ha
olvidado.

No te alarmes
pero
un día
una tarde
una noche
voy a juntarte toda
en una hoja
blanca
pálida
sin retorno
y mi mano derecha
te olvidará
sin rencores
en silencio,
como quien
olvida las llaves
de una casa
que no tiene,
pero esta noche
que te extraño
entero
con todo
mi cuerpo
y tu ausencia
es el muro
de Berlín
de mis días
mis ojos de luna
menguante y ajena
esta noche
querida
no lo será.


El día que recorrí Caracas encima de su cuerpo

Cuando pienso en esa ciudad agitada llena de furia,  recuerdo también tus ojos gitanos devorando,  uno a uno, todos mis mie...